🌍 La sostenibilidad no puede construirse contra las personas
Llamamiento a los Bancos
Carta abierta de una vecina de Tres Cantos.
Soy inversora. Desde hace años intento que mis decisiones financieras estén guiadas por un principio claro: la rentabilidad no puede medirse sólo en términos económicos. Prefiero inversiones más modestas si respetan el entorno, contribuyen al bienestar social y se alinean con una visión responsable del futuro.
Sin embargo, en los últimos meses me he enfrentado a una contradicción que me ha hecho reflexionar sobre lo que realmente entendemos por “sostenibilidad”.
En el municipio vecino está prevista la construcción de una planta de biogás y biometano a apenas tres kilómetros de mi casa y poco más de un kilómetro de un instituto. El proyecto cumple la ley, pero no respeta las recomendaciones del MITECO, que aconsejan una distancia mínima de dos kilómetros de zonas habitadas.
Tampoco se ha realizado una evaluación ambiental ordinaria, sino una simplificada, pese a tratarse de una instalación que procesará 75.000 toneladas de residuos orgánicos al año. Los informes independientes alertan de posibles impactos: emisiones, olores y riesgos de incendios o contaminación.
Los vecinos —más de 120.000 entre dos municipios— nos hemos organizado en una plataforma ciudadana. Nos une algo básico: la preocupación por el lugar en el que vivimos. Entre nosotros hay científicos, agricultores, profesores, profesionales liberales y comerciantes.
Hace unos días, El Economista publicaba que Verdalia, empresa fundada por los fondos de Goldman Sachs Alternatives, Fernando Bergasa y Cristina Ávila, ha obtenido una financiación de 671 millones de euros para desarrollar 45 plantas de biometano en España e Italia.
Entre los financiadores se encuentran Santander, BBVA, Sabadell, ING, Société Générale, Unicredit, SMBC, además de los fondos Caisse de dépôt et placement du Québec y Rivage Investment. También MAPFRE ha participado en proyectos similares en otros municipios españoles, donde la oposición vecinal ha sido intensa.
Estas entidades se presentan como referentes en finanzas sostenibles. Publican informes ESG, asumen compromisos climáticos y promueven estrategias alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Sin embargo, la práctica demuestra que muchas veces la sostenibilidad se evalúa desde el Excel, no desde la realidad humana y ambiental de los territorios donde se materializan los proyectos.
Una inversión verdaderamente sostenible no puede construirse contra las personas ni al margen de ellas.
La sostenibilidad no consiste únicamente en descarbonizar procesos o sustituir combustibles fósiles por otros más “verdes”. También implica escuchar, respetar y proteger a las comunidades locales, garantizar su salud y preservar su entorno.
Si los bancos y fondos desean conservar la confianza de los ciudadanos, deben revisar sus criterios de financiación y sus métodos de evaluación de riesgos sociales. Cuando la sostenibilidad se convierte en un argumento de marketing, deja de ser un compromiso y se convierte en una etiqueta vacía.
No se trata de frenar el progreso ni de negar la necesidad de avanzar hacia nuevas fuentes de energía. Se trata de hacerlo bien. Con rigor, transparencia y participación ciudadana.
La transición ecológica debe ser, ante todo, una transición justa. Y eso empieza por algo tan simple y esencial como escuchar a las personas.